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270 años del tsunami y del terremoto de Lisboa que mató a una soriana en misa

270 años del tsunami y del terremoto de Lisboa que mató a una soriana en misa

Hoy Día de Todos los Santos un trágico suceso, con epicentro en la capital lusa, sacudió a toda Europa y también a buena parte del continente africano. En Soria, el pánico se hizo notar en distintas localidades, cobrándose una vida en El Burgo.

El 1 de noviembre de 1755, durante la festividad de Todos los Santos, un devastador terremoto de magnitud cercana a 9.0 sacudió Lisboa, derribando la mayoría de sus edificios. Minutos después, un tsunami con olas de hasta 15 metros arrasó la costa y el estuario del Tajo, ahogando a los supervivientes que habían buscado refugio en zonas abiertas. Esta catástrofe se convirtió en uno de los desastres naturales más mortíferos de la historia moderna y un punto de inflexión en el siglo XVIII.

El temblor se dejó notar en toda Europa, sobre todo en España, donde centenares de informes fueron recopilados por la Real Academia de la Historia. Un trabajo que había realizado a instancias del rey Fernando VI. Concejos y otras entidades locales remitieron documentación acerca de cómo afectó este desastre a localidades y ciudades.

En Soria, en torno a una veintena de municipos se hicieron eco de este suceso cuya magnitud de devastación podría equipararse a 9.000 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima en 1945. Pudo causar 100.000 muertos, no solo en el país luso, sino también en África y en Europa.

En España los muertos por ahogamiento derivados del maremoto sumaron 1.214 mientras que a causa de temblor sísmico llegaron a los 61, según un informe del Instituto Geográfico Nacional al que ha tenido acceso Soria Noticias. Del total de fallecimientos, uno se produjo en El Burgo de Osma. Pero no fue por derrumbes.

Así lo constata 'Los efectos en España del terremoto de Lisboa (1 de noviembre de 1755)', obra de José Manuel Martínez Solares. En el informe remitido por la villa episcopal y rubricado por el acalde de entonces Daniel Remírez, se expone que:

"En cumplimiento de lo que V. S. I. me manda por su carta Orden de 8 del corriente, recibida por mí en el próximo correo del día 16, debo informar a V. S. I. ser así:

Que en esta capital se sintió el terremoto , a la hora de entre diez y diez y cuarto de la mañana del día 1º de este mes, la misma en que estaba celebrando la misa mayor en esta Santa Iglesia, y a la que, mediante la festividad del día, fue numeroso el concurso de personas de todos estados, a cuyo tiempo se advirtió la novedad de su irregular movimiento que, con admiración, asustó a las gentes, sin prevenir alguno las causas, y discurriendo para sí con variedad, hasta que tomando más cuerpo el movimiento, y mirándose unos a otros, sin resolución de alguno, huyeron cuasi todos, recelando se venía la Iglesia a tierra.

Cesó en este tiempo la misa, aunque el Preste y algunas otras personas se mantuvieron en aquel sitio, hasta que ya recapacitados, e informados todos de haber sido temblor de tierra el que causaba esta novedad, volvieron a la Iglesia y se continuó la misa.

Fue general movimiento en esta población y, según el cómputo nada común y prudente, duró de seis a siete minutos. En ellos temblaron y se sintieron todos los suelos, paredes, altares, y edificios, en que convienen las personas que respectivamente los ocupaban, creyendo cada uno por una parte se arruinaba el suyo, y así procuró huir, dejando aquél terreno, haciendo hasta los enfermos igual diligencia, en cuanto les era posible.

El río Usero [Ucero] sintió también su novedad, pues quien estaba junto a él advirtió enfurecidas sus olas y movimientos y receloso de peligrar, se retiró de su margen.

La fuente nacimiento del río Usero, que riega este territorio, suspendió por algún tiempo su curso, lo que advertido por el molinero más cercano, y después por todos los vecinos de aquel pueblo [Ucero], acudieron a su origen, y hallaron ser cierta su falta, y que se mantuvo así como por espacio de tres horas, en que volvió a su antiguo ser, aunque despidiendo turbia la agua.

No se advierte ruina, o perjuicio de consideración en las fábricas, ni yo, por diligencias que he hecho, he hallado otra cosa que la de haberse desquiciado las ventanas de la casa del deán de esta Santa Iglesia, en donde he visto algunas quiebras y fracturas, que me certifica no había antes del citado día, notándose la mayor a una pared maestra.

Y el haberse caído un pedazo de tabique medianil de las casas de los canónigos Lectoral y Doctoral.

Y, aunque habiéndoseme certificado también de el temblor de la torre nueva de esta Santa Iglesia, hasta llegar el mazo del reloj a herir y tocar sus campanas, y lo mismo de las paredes de la Iglesia catedral, siendo contínuo y veloz el movimiento del capitel y capilla de San Pedro de Osma, sala capitular y otros lugares, los he visto a propósito , y tomado otros informes, con arreglo a lo que V. S. I. me ordena, no he advertido quiebra ni novedad alguna.

Resultó la muerte de una pobre mujer, que se hallaba oyendo la misa mayor en la Iglesia, de que se usa al presente, pero ésta fue causada irremediablemente con el atropello de la mucha gente que había y se dió a huir en el lance, y no sobrevino otra desgracia, ni en los animales se ha advertido novedad.

No hay alguno que diga haber previsto ni reparado señal alguna que anunciase el terremoto, ni por ahora me ocurre informar a V. S. I. de otra cosa notable, quedando con el cuidado de ejecutarlo siempre y cuando lo averiguare, según V. S. I. me manda. Añadiendo, entre tanto, no habérseme dado cuenta de otra alguna particularidad de los pueblos de esta jurisdicción, sí sólo de haberse sentido a una misma hora el temblor y novedad.

Ofrezco puntual y obediente mi cortedad a la disposición de V. S. I., y ruego a Nuestro Señor dilate su vida muchos años.

El Burgo de Osma, y noviembre 20 de 1755.

Ilustrísimo Señor:

A los pies de V. S. I., humilde y rendido,

Don Manuel Remírez"

El testimonio da fe de la tragedia que vivió El Burgo de Osma aquel Día de Todos los Santos y que llevó a que el pánico cundiera sobremanera, desembocando el episodio en un infortunio irreparable. Hace hoy 270 años.

Otras localidades

Gracias a los detallados informes que las autoridades locales remitieron al rey Fernando VI, hoy podemos reconstruir con cierta precisión cómo se vivieron aquellos minutos de pánico y confusión en localidades como Medinaceli, Ágreda o la propia capital.

Los documentos, fechados en noviembre de 1755, describen un patrón común: el temblor sorprendió a la población en torno a las diez de la mañana del día de Todos los Santos, momento en que la mayoría de los vecinos se congregaba en las iglesias para asistir a los oficios divinos. Esta circunstancia multiplicó el pavor colectivo, aunque, afortunadamente, no se registraron víctimas mortales ni heridos de gravedad en toda la provincia.

La duración del temblor, según los testimonios, osciló entre los tres y los siete minutos. Un tiempo que se hizo eterno para los sorianos del siglo XVIII, que vieron cómo lámparas, retablos y muros se movían de forma violenta, provocando estampidas y escenas de caos en el interior de los templos.

Pánico en los templos: "Todos se pusieron en fuga"

El informe remitido desde Medinaceli por el Alcalde Mayor, el Licenciado Joseph Barba, es uno de los más elocuentes a la hora de describir el miedo. El temblor se percibió justo antes de la misa conventual en la Iglesia Colegial, donde se notó un "repentino movimiento de la fábrica de la Capilla mayor y baldosas de la Iglesia". La reacción fue inmediata y caótica.

"Se concibió por cierta su ruina y, en esta inteligencia, todos se pusieron en fuga, con precipitada aceleración, y tropel, que no causó especial daño".

— Informe del Alcalde Mayor de Medinaceli, 21 de noviembre de 1755.

En Soria capital, la sensación fue tan extraña que muchos, inicialmente, no la atribuyeron a un terremoto. El Intendente Francisco Antonio de Iban y Velázquez relata que "los más lo atribuyeron a parecerles les daba algún accidente, experimentando que las cabezas se les perturbaban". Solo al ver el movimiento de las lámparas y las imágenes de los altares comprendieron la magnitud del suceso y desalojaron las iglesias, incluidos los sacerdotes que estaban oficiando misa.

En otros puntos de la provincia, las escenas fueron similares. En Muro (de Ágreda en aquel tiempo), el párroco contaba que algunos vecinos "estando arrodillados, se cayeron al suelo", mientras que en Vozmediano, los feligreses que esperaban para confesarse salieron "muy afligidos, dando voces en la calle".

Daños materiales escasos pero evidentes

A pesar de la intensidad y la duración del seísmo, los informes coinciden en que no hubo que lamentar grandes derrumbes ni "desgracia de edificios, personas y ganados". La principal consecuencia material fue el "conocido quebranto" en la arquitectura y carpintería de la Colegiata de Medinaceli, que tuvo que ser revisada tras el suceso.

En la mayoría de los templos, los efectos se limitaron al movimiento de objetos. En Matalebreras, los vecinos relataron cómo "los retablos, lámparas, y estandartes de ella se habían conmovido" y las sepulturas parecían levantarse. En la villa de Ólvega, los asistentes a misa también "experimentaron movimiento en las luces y en los asientos".

El misterio de las aguas: fuentes secas y turbias

Uno de los fenómenos más singulares y recurrentes que recogen los informes está relacionado con las aguas. En múltiples localidades se observaron alteraciones drásticas en fuentes, ríos y manantiales, un hecho que desconcertó a la población.

El caso más extremo se dio en Ucero y El Burgo de Osma. Según el intendente de Soria, el manantial que surtía a ambas villas "quedó suspendido, y secos sus respectivos cauces" desde las once de la mañana hasta las dos de la tarde de aquel 1 de noviembre.

En Ágreda, el corregidor Francisco Lozano describió un efecto igualmente llamativo:

"Las fuentes brotaban sus aguas de color ceniciento, lo que subsistió por cuarenta y ocho horas. Y habiendo reconocido sus conductos se hallaron que habían reventado por algunas partes".

— Informe del Corregidor de Ágreda, 21 de noviembre de 1755.

Este fenómeno de enturbiamiento se repitió en otros muchos pueblos. En Beratón, el agua bajó turbia durante veinticuatro horas; en San Felices, salía "como colorada"; y en Vozmediano, adquirió un color "de jabón a arcilla blanca".

Un fenómeno sin aviso previo

La mayoría de los informes, como los de Medinaceli o Soria capital, subrayan que al "impensado movimiento de la tierra no antecedió señal alguna que se notare". Sin embargo, el corregidor de Ágreda sí apuntó un posible precursor: "haber corrido un aire sumamente recio y frío, desde la noche antecedente", que se mantuvo durante todo el día del terremoto.

Estos documentos no solo constituyen una valiosa fuente histórica, sino que también ofrecen un retrato fiel de la sociedad soriana del siglo XVIII y de cómo se enfrentó, entre el pavor y la fe, a un fenómeno natural que quedó grabado en la memoria colectiva.

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