Raúl Guerrero, peón de Montes y Extinción, trabajó junto a Nacho Rumbao durante tres años. El pasado 18 de agosto una llamada le anunció la muerte de quien fue para él "un mentor y un padre". Hoy, en el homenaje a Nacho Rimbao, ha hecho pública la carta que escribió en ese mismo momento.
Esta mañana, Bayubas de Abajo ha rendido un sentido homenaje a Nacho Rumbao, el bombero forestal de 57 años que perdió la vida en los incendios que asolaron León durante el pasado verano. El acto ha sido breve, pero intensamente emotivo. Tras unas palabras del alcalde del municipio, Juan José Oliva, se ha descubierto una escultura que "recordará para siempre" a una persona que "estaba para todos, para ayudar en cualquier necesidad", ha expresado el regidor.
Han asistido diversas autoridades, entre las que se destacaba a Virginia Barcones, directora General de Protección Civil y Emergencias. También Yolande de Gregorio, delegada territorial de la Junta de Castilla y León en Soria, o Enrique Rubio, diputado provincial. Todos han acompañado al medio centenar de vecinos, amigos y familiares que han querido recordar al gallego que se acabó enamorando de Soria.
Uno de estos amigos ha tomado el micrófono para leer una carta que escribió la misma noche del fallecimiento de su compañero. Raúl Guerrero, peón de Montes y Extinción, trabajó junto a Nacho Rumbao durante tres años. Guerrero ha reconstruido la vida compartida, las anécdotas que forjaron una amistad y el dolor de una pérdida que trasciende lo profesional para convertirse en un grito por la dignidad de todo un colectivo.
La noticia llegó como llegan siempre las peores: con la frialdad de una llamada. Un autobomba del convoy enviado desde Soria había caído por un terraplén en Espinosa de Compludo, durante la actuación en el incendio de Yeres. Nacho Rimbao, el conductor, había fallecido. Su compañero se había salvado milagrosamente al salir despedido por la ventanilla. Para Raúl, la pérdida ha sido inmensa. "No se trata de un compañero perdido al que la mayoría de veces no conoces, aunque también duela. Fue compañero, amigo, padre y lo que hiciera falta durante mi etapa en el operativo", ha expresado en su escrito.
La memoria de Guerrero ha viajado a tiempos de extrema dificultad, a vivencias que solo quienes las comparten pueden comprender en su totalidad. "Nos tocó pasar despertar mes y medio sin luz en pleno invierno, quitando la nieve de la leña para calentarnos, o preparar una simple cafetera", ha rememorado, dibujando una estampa de resiliencia y camaradería frente a la adversidad.
El día a día de un operativo de extinción está hecho de mucho más que sirenas y mangueras. Raúl Guerrero ha recordado esas tareas compartidas, como "limpiar puntos de agua recogiendo tritones y renacuajos". Momentos que, lejos de ser triviales, construían el fuerte vínculo que les unía.
Nacho era también un mentor, alguien a quien acudir para pedir "algún consejo de mecánica" o para recibir improvisadas clases de cocina pues, "como buen gallego, su habilidad con el pulpo era de 10".
Entre los recuerdos de estudio, de "buenos interinos", y las bromas para decidir "quien fregaba haciendo puntería con la manguera y los conos", también ha emergido la cruda realidad de su labor. Porque, como bien ha subrayado Guerrero, su trabajo va más allá de los montes. "Y es que en el medio rural también te toca echar una mano en lo urbano", ha afirmado, destacando la polivalencia y el compromiso de un servicio esencial.
Es precisamente esta entrega la que alimenta la indignación y la esperanza de un cambio. La carta se ha elevado desde el homenaje personal hasta la denuncia colectiva, con la mirada puesta en un futuro que no repita las mismas tragedias. "Espero que después del colapso que estamos viviendo este año, las pérdidas tanto materiales como personales sirvan para no tener que revivir esta clase de momentos", ha sentenciado Guerrero, escribiendo sus palabras en una noche en la que su equipo era el "único medio nocturno el fin de semana, en toda la provincia de Burgos".
El final de su escrito ha sido un doble llamamiento. Por un lado, un recuerdo a "todas las personas que ya no están" y a los pueblos amenazados por las llamas. Por otro, una promesa de lucha y una exigencia clara, directa y sentida, que resuena con la fuerza de todos los que se juegan la vida en el monte. "Lucharemos porque no ardan, y porque de una vez por todas nos reconozcan la categoría de bombero forestal de verdad". Unas palabras que buscan transformar el luto en acción.
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