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Chaín, sobre el Toro Jubilo: "La cultura no se tortura, el pueblo no tortura a nadie"

Chaín, sobre el Toro Jubilo: "La cultura no se tortura, el pueblo no tortura a nadie"

Actualizado 14/11/2025 17:03

El crítico taurino José Luis Chaín analiza en una carta remitida a este periódico el debate en torno al festejo de Medinaceli. El crítico taurino defiende que el término 'tortura' se aplica de forma errónea bajo un punto de vista jurídico y denuncia lo que considera una "criminalización" de los vecinos de la localidad.

En una carta remitida a Soria Noticias, el crítico taurino soriano José Luis Chaín argumenta que el término 'tortura' se aplica de forma jurídicamente incorrecta al Toro Jubilo, ya que es un concepto exclusivo de los derechos humanos. Sostiene que este uso del lenguaje criminaliza a los vecinos de Medinaceli, afirmando que son ellos quienes sufren un "trato degradante" y defiende el festejo como patrimonio cultural inmaterial.

La carta:

“La tortura no es cultura” es un eslogan rotundo, pero jurídicamente impreciso, conceptualmente erróneo y éticamente peligroso. Su aparente contundencia no nace de la verdad, sino de la simplicidad. Y cuando la simplicidad sustituye al rigor, la manipulación se convierte en herramienta de quienes, desde posiciones de influencia, pretenden moldear la opinión pública a su antojo.

El término “tortura” pertenece al ámbito de los Derechos Humanos, no al de las prácticas culturales con animales.

La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) es explícita: la tortura es un acto cometido contra una persona, con la finalidad de obtener información, castigar, intimidar o coaccionar. (Art. 5: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”.)

La aplicación del término a un animal es una extrapolación inválida, que desvirtúa el sentido mismo de un concepto diseñado para proteger a la humanidad frente al abuso institucional o político.

Llamar “tortura” a una tradición es un acto de violencia simbólica contra un pueblo.

Si existe algún “trato degradante” en este debate, no recae sobre el animal -protegido, regulado y cuidado bajo protocolos veterinaries- sino sobre los habitantes de Medinaceli, reducidos públicamente a caricatura moral.

Acusar a toda una comunidad de “torturadora” supone un linchamiento reputacional, una deshonra colectiva y una criminalización de sus valores.

La identidad cultural es un derecho humano colectivo.

Diversos instrumentos de Naciones Unidas y del Consejo de Europa reconocen los derechos culturales como inherentes a los pueblos: el derecho a participar en la vida cultural, a conservar y transmitir el propio patrimonio y a que ninguna autoridad suprima por razones ideológicas prácticas culturales lícitas y reguladas.

El Toro Jubilo forma parte del patrimonio inmaterial de Medinaceli. Y el patrimonio cultural tiene valor mientras exista un pueblo que lo viva, lo entienda y lo actualice.

No puede abolirse una tradición sin demostrar un daño real, objetivable y no ideológico.

Mientras no exista una evidencia técnica y científica irrefutable de perjuicio grave -algo que no se ha demostrado-, ninguna institución puede prohibir una manifestación cultural por discrepancia moral. La regulación, los informes veterinarios y la supervisión administrativa avalan su continuidad.

“Proteger al animal” no puede convertirse en excusa para agredir a quienes lo cuidan.

Quien convierte un animal en arma argumental para atacar a un pueblo comete una injusticia: usar la compasión como pretexto para negar la dignidad cultural del otro. La protección nunca debe implicar humillar ni estigmatizar a las personas.

La cultura no se tortura.

El pueblo de Medinaceli no tortura a nadie. Quienes sí están siendo sometidos a un trato degradante -moral, mediático y social- son los propios vecinos, acusados sin garantías y criminalizados por vivir su tradición.

La afirmación correcta es: La cultura no se tortura.

La abolición impuesta es incompatible con la democracia cultural.

Europa se sostiene sobre la diversidad. Abolir el Toro Jubilo no es proteger a un animal: es borrar una identidad. Y eso sí vulnera principios fundamentales reconocidos internacionalmente.

En conclusion, la tortura es un concepto jurídico reservado a personas. Ninguna tradición cultural puede ser criminalizada mediante un uso indebido del lenguaje. El único colectivo atacado en este debate es el pueblo de Medinaceli.

La cultura no se tortura. Y un pueblo no se condena por vivir aquello que lo hace ser.

José Luis Chaín

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