José Antonio Encabo Yagüe, capellán y Profesor de Teología del Campus Duques de Soria hace, con este artículo de opinión, una llamada a seguir trabajando por el futuro de los jóvenes.
Este año, que casi sin enterarnos se nos va esfumando, se cumplían los 40 años del cierre de la línea férrea Santander-Mediterráneo (creo recordar que fue por una decisión ministerial ante la falta de rentabilidad de la línea). El cierre de esta línea, como otras más en el ámbito de nuestra provincia, mermó a la ya machacada provincia de Soria en muchos aspectos como la pérdida de comunicación, que de por sí ya era deficiente, el declive económico de amplias zonas de nuestra querida tierra, así como la merma demográfica de la provincia.
En aquel momento yo era un adolescente que no había salido todavía del pueblo para realizar mis estudios ya que al menos con esfuerzo municipal teníamos instituto y al menos podíamos cursar el BUP sin salir de casa.
Recuerdo muy bien imágenes idílicas de la vía férrea pasando por el Pinar Grande cuando aún era un niño y con las nevadas que aún entonces había una vez que el maquinista detuvo el tren –sin previo aviso, por supuesto- porque se le antojó cortar un pino para llevarlo a casa por Navidad. Con el buen conformar de los sorianos ahora tenemos unos paneles que nos recuerdan donde se rodaron escenas de la película Doctor Zhivago y como la convirtieron en vía verde hasta podemos ir a Soria en bicicleta por el mismo trayecto. Sin duda la falta de infraestructuras ha llevado a Soria y sus comarcas a la falta de progreso y de oportunidades. Es una desconexión forzada, ese tren se detuvo para siempre.
Este año está siendo mi primer curso como docente de algunas asignaturas de Teología en la Universidad a la vez que soy el Capellán universitario. Estoy disfrutando de la docencia y de la presencia de los jóvenes en el aula, mi gran sorpresa a comienzo de curso fue el número tan grande de alumnos que se habían matriculado en estas asignaturas optativas. Es posible que los jóvenes de hoy también anden buscando, además de una titulación que les permitirá ser educadores de infantil y primaria, algo que de sentido a su vida en medio de la complejidad de la sociedad actual. Hemos asistido en el mes de noviembre al informe Foessa de la situación de la sociedad actual que es para echarse cuando menos a temblar: una sociedad en un proceso inédito de fragmentación social, donde siguen creciendo las desigualdades, el aislamiento social…, y donde la infancia y la juventud son los grandes perdedores, buena parte de la juventud está en una situación de bloqueo vital.
En medio de este maremágnum de la vida, entre el aparente interés por los religioso y de experiencias de sentido y de búsqueda, pienso que es importante establecer vías de conexión y crear puentes, y ofrecer experiencias que por pequeñas que sean que sirvan para generar espacios de encuentro. La comunidad ecuménica de Taizé radicada en la Borgoña francesa organiza cada año con motivo de la Jornada Mundial de la Paz un encuentro europeo de jóvenes, este año ya el 48, que tendrá lugar en París del 28 de diciembre al 1 de enero. Sin duda una gran oportunidad de no perder el tren y siempre una oportunidad de conexión con otros, de acogida e de intercambio cultural, de apertura de miras y horizontes, de participación europea.
No ha sido una oportunidad del todo perdida, se ha anunciado en las redes sociales, carteles en el Campus Universitario, información por mail a los 1700 alumnos de campus, así como en alguna de las parroquias y en los MCS de la diócesis, se ha dado a conocer el evento que la mayoría ignoraba. No habían oído hablar nunca una comunidad tan original que su vocación es tender puentes entre los jóvenes, ser fermento de unidad en un mundo fragmentado, propiciar la búsqueda de Dios en el interior de cada uno, alentar el compromiso personal para servicio a la comunidad humana y social donde cada uno vive, tejer puentes entre las distintas iglesias y tradiciones cristianas e incluso con los creyentes de otras religiones… Ha habido encuentros en los que han llegado a participar hasta 100.000 jóvenes de toda Europa.
Los jóvenes actuales quizás se sienten menos arraigados al territorio o a las estructuras comunitarias (familia, iglesia, asociaciones) que antes movilizaban a la gente. Cada uno se establece sus prioridades desde sus necesidades individuales, la inmediatez de las redes sociales, la necesidad de trabajar esos días, el estar ausente en la noche vieja de la familia o de los lugares habituales de ocio y fiesta (como si en París no celebrasen la entrada del nuevo año, jajaja)… son razones que pueden estar por encima de la participación en iniciativas de "largo alcance" o espirituales o comunitarias. La razón más significativa quizás sea la desmotivación o lo de la sociedad del cansancio: la falta de confianza en que la participación genere una experiencia significativa. Quizás esta afirmación lo resuma todo: "No me movilizo, ni siquiera por una oportunidad de salir y conectar."
El antiguo trazado ferroviario después de muchos años de abandono fue convertido en una vía verde, desapareció el tren y su vacío hoy se intenta llenar con ocio y turismo; la experiencia religiosa es una vía para vivir la experiencia de la vida de forma orgánica e integradora. La falta de tren ahondó en la falta de conexión física y económica del tejido social de nuestra tierra, si bien es verdad que también esto ayudó a comenzar la renovación completa de otras vías de comunicación de la provincia, el impulso de los avances tecnológicos nos hacen disfrutar de unos coches que antes ni imaginábamos, implementamos nuevas formas de comunicación. De manera similar tampoco hoy no podemos dejar que pase de largo el tren de ofrecer a los jóvenes espacios para la conexión ética, social y comunitaria.
Para los que somos creyentes y estamos viviendo el tiempo de Adviento está reflexión –que yo mismo me hago- nos puede ayudar a pensar como reconstruir los puentes, y como seguir no añorando simplemente el pasado sino soñando con un futuro mejor. Los que no son creyentes también sueñan y quieren un futuro mejor para todos –y en eso mira tú, coincidimos-. La generación que perdió el tren en el mejor de los casos quiso trabajar por su territorio, otros siguieron con lamentos del abandono institucional; a la generación actual, con muchas más herramientas (y vías de comunicación virtuales), les tenemos que seguir ofreciendo puentes que conecten la complejidad de la vida actual, en la que todos estamos inmersos, con espacios para la creatividad, de búsqueda de sentido, de realización plena de los deseos que anidan en el interior de cada uno.
Termino con una llamada especialmente para todos los que compartimos espacios de la vida con los jóvenes: es vital que la sociedad soriana no solo luche por infraestructuras, sino también por fomentar el compromiso y la participación de sus jóvenes. De lo contrario, las "vías verdes" serán solo un recuerdo de lo que fue y no un camino hacia el futuro. El progreso no se detiene solo por el cierre de un tren, sino por la indiferencia ante las oportunidades que nos conectan con los otros y con el Otro. Tendamos puentes, allanemos caminos, construyamos juntos “otras vías verdes” ¡Sigamos soñando!
José Antonio Encabo Yagüe
Capellán y Profesor de Teología del Campus Duques de Soria
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