Paisaje

Siempre, los primeros días del año vienen cargados de nuevos propósitos a cumplir en lo que vemos como un nuevo horizonte alcanzable. De entre las metas logradas, una muchas veces alcanzable es la de colocar un belén en nuestros pueblos ayudados por el espíritu que rodea a esta fiesta. En los días previos a la Navidad, pese al mal tiempo que hizo el fin de semana, han sido muchos los pueblos y agrupaciones que se lanzaron a cumplir la tradición de colocar belenes en montes, picos y parajes singulares más o menos cercanos a nuestras localidades. Desde Cebollera hasta la sierra de Pela y desde el Moncayo al Coborrón, un denominador común de todos estos lugares es que los paisajes que nos permiten divisar tras el descanso más o menos largo según lo exigente de la subida son excepcionales.

Sinceramente, creo que la época mejor para visitar nuestra provincia es el invierno. Sí, hay muchas personas que pensaran que cualquier otra época sería mejor. Es cierto que esta estación no es ni especialmente verde ni cálida y, aunque este diciembre alguna seta ha salido, no muestra una variedad de colores y frutos como el otoño, pero tiene una esencia de las que no hace falta oler para poder admirarla y no me refiero al tomillo que todavía queda ni al petricor que desprende la tierra mojada. Me refiero a la esencia del paisaje desnudo en el que podemos admirar lo que es el significado de la propia palabra, la cual viene del francés paysage, que a su vez deriva del latín pagus (aldea, distrito, campo) y el sufijo -age (conjunto), por lo cual podríamos decir que su significando originalmente es “el campo o región que se ve desde un lugar” lo cual nos conecta directamente con palabras como país o paisano (gente del campo). Etimológicamente, se refiere a una porción de territorio ligada a las actividades humanas y productivas, aunque su significado moderno incluye también la percepción estética y la creación cultural sobre un espacio natural.

Quizá, la evolución demográfica ha llevado a que seamos pocos los que pensemos que el invierno es el principio del año agrícola y probablemente, menos aún, quienes conozcan y reconozcan que el paisaje es fruto de una simbiosis entre hombre y la naturaleza en la cual ambos han salido ganando. La realidad es que cada vez queda menos población rural, menos gente del campo, menos paisanos. Sin ser conscientes con ello de la riqueza, ya no solo paisajística que perdemos.

Cada Navidad, la agrupación agraria Asaja celebra su tradicional entrega de los premios Espiga y Tizón. Es un acto que al margen de los premios reúne a gran parte de aquellos hombres y mujeres que siguen empeñados en que Soria siga siendo Soria. Adaptándose a nuevas maquinarias, nuevos cultivos y nuevas normas que cambian, más las realidades de los caprichos meteorológicos como el de este año, que ha sido un otoño sin lluvia. Quizá más de uno hubiera querido que el premio Tizon hubiera caído en esta circunstancia anómala, pero lo hizo en la Comisión Europea, que si acaba cumpliendo su intención de recortar un 22% hará que nuestra provincia vea mermada su aportación en 15 millones de euros. Es posible que muchos de los presentes en la celebración de esta agrupación agraria no vean peligrar sus explotaciones, pero seguro que lo que sí sucederá es que hará difícil que el relevo generacional -cada vez más difícil- se siga produciendo fruto de las políticas agrarias que se están implantando. Por cierto, política también tiene una raíz etimológica bastante interesante aunque del antiguo griego en este caso- ‘polis’ (π?λις), que significa ciudad-Estado, y se refiere a todo lo relacionado con la organización, gobierno y asuntos públicos de esa comunidad. Deriva de ‘politiké’ (política) o ‘politika’ (las cosas políticas), que designaban el arte o ciencia de gobernar la ciudad y la vida de sus ciudadanos (los politai).

La reflexión es curiosa. ‘paisanos’ dirigidos por ‘ciudadanos’, es cierto que los tiempos y el significado han cambiado desde el origen de las palabras. Pero también lo es que el alejamiento progresivo de los entornos naturales lleva al desconocimiento de los mismos, y lo que no se conoce es más difícil valorarlo, más aún en un mundo tan globalizado.

Por ello, es necesario valorar a todos aquellos agricultores y ganaderos, con Ana a la cabeza, que ahora a las riendas de nuestra agricultura siguen manteniendo el paisaje cada día, por si a alguien de la ‘polis’ creyera que los alimentos nacen en las estanterías de supermercados y no en las tierras cultivadas o pastadas de entornos como el nuestro. Mucho más que un paisaje es cultura, tal y como lo dice la RAE en su primera acepción.