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Crónica de la aventura Soria-Oporto, por David Wagner 'El Americano'

Crónica de la aventura Soria-Oporto, por David Wagner 'El Americano'

Actualizado 14/06/2012

"Llegué a Soria el siete de abril con la esperanza de ver el proyecto en buen camino, pero así no era y tuve que comenzar de punto principal. Localizamos una nave en Aldealafuente, por la amistad que tenía Manolo con el herrero Enrique Monge. Eso dio buena chispa al movimiento y luego cuando se quedó resuelta la idea de usar todo lo posible de Soria entera, en vez de romperme la cabeza y la cartera buscando materiales de primera calidad, saltamos en buen camino."

"Claro, tuve que poner la mente en marcha día y noche para volver a diseñar el barco, de nuevo pensando en los detalles y cambios necesarios para las modificaciones necesarias según el uso de materiales adquiridos. Por ejemplo, muchas de las coyunturas requieren un poco más refuerzas y la madera, un poco más de protección en contra de la humedad que requirió varias vueltas más a las tiendas y proveedores; y más cositas así. Vale mencionar que gran parte de las ideas salieron por mis sueños mientras escuchaba la lluvia caer encima del techo de la nave.

De varias fuentes salieron ayudantes para facilitar la construcción de 'La Patera de Aldealafuente'. Los principales eran Manolo, Cipriano, Pedro y el Andrés, el nieto mio quien estudiaba en Madrid. Con esos hicimos el barco.

Sumamente el gran cambio era de eso de las fechas del viaje. Lo tuvimos pensado salir el quince de mayo y volver el quince de junio, de modo que tendríamos bastante tiempo para los momentos menos queridos. Vale buscar por donde pasar un día fuera de lluvia o vientos y tales cosas, o simplemente descansar un día. Con el cambio de fechas venían problemas del tiempo que se va cambiando en España este año. Y con lo fantástico que es, eso de mirar por atrás, si hubiéramos salido el quince de mayo habría sido posible acabar, o a lo menos cumplir con gran parte del proyecto, más que hacemos en actualidad.

El quince de mayo vino y el quince se fue,además otras fechas una tras otra y el trabajo siguió. Si recuerdo bien, era el seis de junio cuando salimos una mañana al río. Metemos el barco al río dos horas más tarde que esperaba yo, y por esa falta tuvimos que enfrentarnos con los vientos subiendo de la presa de Los Rábanos, que provocaron los problemas de siempre. Tuvimos que poner doble o triple esfuerza para adelantarnos en contra de ese aspecto de la naturaleza, y uno de nuestros tripulantes sufrió problemas de salud y nos quedamos con tres para remar, ¡y solamente tres para beber!

Seguimos río abajo en busca de aventura. Y aventura es que salió. Al principio la idea era de gozar de buena aventura compartida entre amigos y al fin así era; no había meta fija sin gozar de las experiencias de una bajada por un río menos conocido, contra obstáculos desconocidos, aprendiendo técnicos esenciales, resolviendo situaciones nuevas mientras probamos nuestras habilidades.

Sacamos el barco a la presa y lo montamos a la furgoneta, lo cual hicimos cada vez con más facilidad y menos tiempo usando lo que salió a la vista, por ejemplo un sistema de poleas y cuando era posible, puntos de apoyo como los árboles convenientes.

Pasamos al próximo punto de entrar el río, abajo del puente de Tardajos, donde nos esperaba un equipo del canal local de televisión quien grabó el proceso de bajar el barco de la furgoneta y meterlo al río y lo hicimos, y río abajo en busca de aventura.

La aventura siempre se presentaba, y se presentaba cuando lo menos esperaba. O simplemente cuando Tomás preciaba verbalmente, de la belleza de tal sitio.

La sección de río desde tal puente hasta el pueblo de Ituero(donde hay buen lugar para sacar barcos) es, y lo digo en el presente de indicativo porque nunca se sabe cuando habrá cambios, la maravilla de viaje cuando hablo de la naturaleza. Había solamente un obstáculo que pasamos con cierta facilidad. Era un árbol caído que pasaba por encima de río entero pero de tal inclinación que salimos por un lado sin muchas complicaciones por cortar suficientes ramas para que pasemos sin problemas. Lo demás todo era de mantener el barco corriente adentro y remar ligeramente intentando funcionar de equipo.

Nos duró tres días para ponernos de equipo y en esos tres días siempre estaba a los remos equilibrando las esfuerzas de los demás. Cada día ese trabajo era menos hasta tal punto que un día contra un viento fuertísimo, sin palabras, nos metemos a las palas y remos y conquistamos esos vientos y nunca desviamos nada de trayecto. Casi un milagro. Pero, otra cosa aprendida.

El técnico más importante es eso de aprender que una vez de equipo, hasta el fin del viaje, o por instrucciones de maestro del barco de dar cambios, todos deben de olvidarse de ideas personales y tener en cuenta que son una parte integral del barco y es el barco entero que tiene que mantener marcha rumbo según el timón.

Dormimos la primera noche al lado del pueblo del elefante. Entramos los sacos de dormir inmediatamente al poner el barco en tierra firme. Los cuerpos gastados de tanto trabajo, lloraban por descanso. Habíamos pasado un día largo de remar y por alguna razón u otra el equipo de apoyo no estaba esperando al punto designado y pasamos remando buscando entradas por donde dar vuelta de una península como lo habíamos entendido. Después de la tercera península, y justamente encima de la presa y desviación de canal de regadero, pusimos de acuerdo que habíamos perdido algo. Remamos río arriba mientras Tomás intentaba una llamada y con suerte encontramos al equipo quienes habían ido buscando por donde vernos bajar el río. Por fin, y con otra hora de remar contra corriente encontramos el lugar encima del pueblo de elefante.

¡Qué dulce esa noche de dormir! ¡Tranquilidad, silencio y las estrellas encima! Montamos todo por la mañana y tardamos varias horas en llegar al punto de entrada elegida y por eso, saltamos bastante del río hasta el puente romano del Andaluz. Lo bueno era saltar bastante del río y lo malo es que por fortuna nos encontramos un tramo donde la aventura del aventurero verdadero comenzó. Y hasta allá nos remamos con cierta alegría y bastante esperanza.

Otra sorpresa salió al intentar poner de equilibrio la dieta. La dieta tenía planeado desde hace tiempo y por buena suerte los de Aldealafuente nos ofreció huevos cocidos para tener bastante de proteína y, ¿qué sorpresa nos dio sentado los tres, y dar buena tocada a tres huevos, y ver salir el yema y todo en forma líquida! Bueno, otra sorpresa del viaje.

En total, nos encontramos con diez y ocho obstáculos por lo largo de esta aventura de pocos días y según el tiempo y fechas eran bastantes porque durante el segundo día se nos cayeron la mayoría. Lo sorprendente era la cantidad de árboles caídos en el río, declarado navegable, y que la mayoría han estado caído allí mismo por muchos años portándose de presas de basura de todos colores y animales muertos de toda clasificación, y varias encontrado por mano a intentar abrir paso para La Patera de Aldealafuente.

Los obstáculos más sencillos eran esos de limpiar paso y deslizar encima. Segundo eran esos de buscar por donde meternos por debajo de un árbol y por donde cortar menos ramas o por donde cuidosamente deslizar entre ribera y árbol. Los obstáculos mayores eran de alta calidad donde tuvimos que abandonar el pobre barco para posiciones más altas en ciertos árboles donde nos quedamos modificando los árboles para dar paso. Dos de tales situaciones se quedarán clavados en mi memoria.

Una era cuando por haber entrado una parte del río más estrecho y con menos profundidad, nos pegamos contra unos árboles caídos y los tripulantes(de las cuales soy yo uno), por no haber prestado bastante atención a la necesidad de mantener el equilibrio de la Patera en contra de la cantidad de agua que venía río abajo, dejaron que el barco se aplasta de manera paralela contra los árboles y una vez aplastada así, la fuerza contra tal superficie tan plano era difícil combatir y con la desliza o movimiento de una persona u otra, abajo se fue y se llenó de agua. Claro, los tripulantes al río. Como siempre hay lo bueno y lo malo en todo. Lo bueno era que habíamos traído tres botellas de litro y medio por cada persona agua. Lo malo era que tuvimos que cortar las botellas de forma de balde y usarlos para vaciar el barco. Las botellas ya eran de un litro, más o menos. El barco mide un poco menos de cuatro metros y de anchura 1,2 metros más una altura de 0,60. Un poco de matemáticas nos revela un volumen de 28,8 metros cúbicos de agua para vaciar. En este momento hay que recordarles que los tripulantes todavía están al río. Yo no iba contando cuantas veces y movimientos eran requeridos para vaciar todo, suficiente decir bastantes. Ahora vale decir que todavía están los tripulantes al río apoyando el pobre Patera de Aldealafuente que ya vacía de agua está bastante mas alta que nuestras cabezas. Uno por uno trepamos lo que sobró del árbol y entramos el barco que ya habíamos levantado aún más para moverlo por encima de los troncos. Lo malo es que nos quedamos mojados. Otro malo es que es por primera vez en el viaje había decidido traer cámera lo cual ya está muerto. En total todo que iba de digital adentro del barco, se murió. Lo bueno es que la camera llevaba varios años y buscaba n no razón para comprar otra.

Otra era cuando nos encontramos atrapados al lado de un árbol bastante grande que cruzaba el río y aún más. A lo menos medio metro encima del nivel del río y sin remedio típico. El Tomás bien apretado a una rama contralando el equilibrio, siendo que habría aprendido recientemente la lección del equilibrio, yo con una rama media metida al piel mio, y el nieto brincando de un punto de otro, estamos en medio lío.pero el nieto con hacha en un mano, y herramienta de podar en otra, se puso a limpiar el tronco hasta ser tan suave con las nalgas de un recién nacido. Con fuerzas "super" humanas, casi como esas que se ven por la tele, subimos el barco a tal punto donde estaba en equilibrio encima del árbol. Subí yo para mantenerlo sin caer a un lado ni otro y subió el nieto bien apretado a mi(y no era cosa de familia). El Tomás mantenía la mano encima y justo cuando el nieto deslizó por adelante, Tomás saltó al barco y bajábamos como si fuéremos de aventura de Disneylandía. En la mayoría de esos casos el uso de los remos era prohibidos por el exceso de ramas. Lo bueno era que salimos de esa situación mas sabios y lo malo es que cada vez que Tomás mencionaba algo de la belleza de tal lugar, venía otra situación interesante.

Pasando esos dos cuentos, todo era de maravilla. Nos trasladamos pasando Zamora para evitar ciertos elementos del río, a una franja de tierra con hierbas y buena vista del río. Dormimos y nos despertamos a un cielo que nos iba a castigar con lluvias.y así era.y con ese motivo íbamos adelantándonos intentando buscar por donde no llueve mientras ojeamos el Duero. El tiempo se empeora y seguimos adelante. Vimos por donde picar algo y todo salió bien. Una comida portuguesa que me sorprendió. Después de la buenísima ensalada al bar Nivel cerca al puente romano de Simancas nunca pensaba quedarme tan impresionado pero sí, me quedé. Seguimos adelante buscando por donde dormir y por la tarde nos encontramos buen sitio con buena vista del Duero. Nos acostamos. No estoy seguro de la hora pero buena lluvia comenzó y por ser tonto y no seguir mis propios consejos, tuve que trasladarme a otro sito de menos lluvia. Era entonces cuando al verdadera lluvia comenzó a caer e intentaba aguantarlo. Desperté al nieto para que se cubriera y intentaba lo mismo con Tomás, pero sin resulto y se quedó dormido. A eso de las tres o cuatro de la mañana sentí que había como un riachuelo pasando por mi saco de dormir. Me levanté a ver que pasaba y así era. Me había puesto exactamente donde había charco con fuente de todas las piedras de arriba enfocando el agua por el saco mio. Lo aguantaba por varias horas hasta la salida de luz y me quité de la cama para ver que íbamos todos iguales menos el nieto quien seguía las sugerencias al grano y se despertó seco.

Tuvimos que meter todo mojado a la furgoneta y huir en busca de lugar para secar todo pero nunca encontramos tal lugar. Llegamos a Oporto, dimos la vuelta de la ribera norteña para ver bien las posibilidades y me di cuenta que la mayoría de lo que había oído de Oporto y sus aguas eran pura ficción, oído de una persona y pasado a otro como si fuera normas del gobierno. No había por donde sacar barco personal en Oporto. Sí, hay playa al sur de la puerta pero no hay manera de acercarse con vehículo y las olas pegan a la playa con una fuerza que requiere habilidades un poco más advanzadas. Un poco arriba hay una playa y una franja de verde donde hay un club de kayak y charlábamos con ellos buen rato. Había posibilidades pero los vientos a eso de siete nudos más corriente de la marea que iban río arriba y la gran posibilidad de tener que dormir en los sacos mojados otra vez mas la falta de buen trozo para remar, decidimos seguir país arriba a Galicia para pasar lo bien, secarnos, y descansar, dejando todo que saltamos por otra aventura, otro año con la esperanza de mejor tiempo y más tiempo, y así será".

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