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Cuatro sorianos serán beatificados este domingo en Tarragona

Cuatro sorianos serán beatificados este domingo en Tarragona

Actualizado 12/10/2013 10:11

La Iglesia reconoce de este modo su adhesión a la fe en la guerra civil española del siglo pasado.

522. Es el número total de los mártires asesinados in odium fidei (en odio a la fe) durante el siglo XX en España que serán beatificados en Tarragona este domingo 13 de octubre. Después de que el Papa Francisco autorizara en julio a la Congregación para las Causas de los Santos a publicar los últimos cuatro Decretos para esta gran Beatificación que se enmarca dentro del Año de la fe, 42 mártires se unieron al grupo de los futuros beatos alcanzando así la cifra de más de medio millar.

Entre los mártires que serán elevados al honor de los altares se encuentran cuatro sorianos: Gabriel Barriopedro Tejedor, claretiano; Domingo González Millán, benedictino; y Segundo Pastor García y Silvestre Pérez Laguna, ambosreligiosos de la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios.

El grupo de los próximos beatos está compuesto por 3 obispos, 82 sacerdotes diocesanos, 3 seminaristas, 15 sacerdotes operarios diocesanos, 412 consagrados y 7 laicos.

Gabriel Barriopedro, CMF

Nacido el 18 de marzo de 1915 en Barahona y bautizado en esta misma parroquia. Claretiano, recibió la palma del martirio el 28 de julio de 1936 a los veintiún años en Fernán Caballero (Ciudad Real). Benedicto XVI firmó el decreto de martirio el 1 de julio de 2010. Sus restos mortales se encuentran en la parroquia de San Antonio María Claret en Sevilla. Los mártires de Fernán Caballero lo conforman un grupo de catorce jóvenes seminaristas en vísperas de ser ordenados sacerdotes, cuyas edades oscilaban entre los 20 y 26 años, y el hermano Felipe González, de 47 años; en la causa de beatificación les acompaña el padre José María Ruiz Cano, de 29 años, el único sacerdote del grupo.

Un viajero del tren donde fueron detenidos contó que "ordenaron a los frailes que bajasen, que habían llegado a su sitio. Unos bajaron voluntariamente diciendo: sea lo que Dios quiera, moriremos por Cristo y por España. Otros se resistían, pero con las culatas de los fusiles les obligaron a bajar. Los milicianos se pusieron junto al tren y los frailes frente a ellos de cara. Algunos de los frailes extendieron los brazos, gritando ¡Viva Cristo Rey y Viva España! Otros se tapaban la cara. Otros agacharon la cabeza. Uno que era muy bajito daba ánimos a todos. Empezaron las descargas y todos los frailes cayeron al suelo. Al incorporarse, algunos con las manos extendidas gritaban ¡Viva Cristo Rey! Volvieron a dispararles y cayeron".

Domingo González, OSB

Tres monasterios benedictinos, y los tres de advocación mariana, quedaron en julio de 1936 en la zona republicana: Montserrat (Barcelona), El Pueyo (Diócesis de Barbastro, Aragón) y Montserrat, de Madrid. El gran santuario mariano de Montserrat había visto renacer la vida monástica benedictina en 1844. Al poco de producirse el alzamiento del 18 de julio de 1936, los comités izquierdistas se adueñaron de los alrededores y comenzó el incendio de iglesias y la caza de sacerdotes y religiosos. Era la evidencia de la inminente persecución religiosa que llevó a los monjes de Montserrat a decidir en capítulo el abandono del monasterio y la dispersión de la comunidad. Los monjes de Montserrat se dispersaron por diversos lugares pero un total de 23 (de los que uno estaba en El Pueyo) fueron detenidos y martirizados. Entre este grupo de testigos de la fe se hallaba el padre Domino González Millán, nacido y bautizado en La Losilla (Soria) el 16 de septiembre de 1880. Fue martirizado el 16 de agosto de 1936 en Barcelona. Sus reliquias se hallan en la basílica abacial de Santa María de Montserrat. Los mártires del monasterio de Montserrat fueron asesinados entre el verano de 1936 e inicios de 1937. Llama la atención la gran diversidad de edades, desde los 18 años (Hildebrando Casanovas) hasta los 82 (José María Fontseré). Sus martirios no se produjeron en el santuario, sino en distintos sitios al ser reconocidos como religiosos, apresados y asesinados.

El soriano P. Domingo González indicó al hermano de un monje que "yo ya he ofrecido mi vida a Dios cuando entré en religión, y de muy buen grado la daré por Él si llega el momento".

Segundo Pastor, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

Era hijo del matrimonio formado por Félix Pastor de Vicente y Escolástica García Chamorro, y el segundo de dos hermanos. Nacido el 29 de abril de 1885, fue bautizado con el nombre de Pedro al día siguiente, en la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción, de Mezquitillas. Sus padres eran un matrimonio sencillo, de condición más bien humilde, pues el hogar vivía del trabajo de pastoreo, que ejercitaba el padre de este siervo de Dios. Así, en ese ambiente de sencillez creció y se desarrolló, pero recibió una educación sana y cristiana que se unía a su carácter apacible y bondadoso.

Su vida en la orden fue ejemplar. Formando parte de la comunidad del hospital San José de Málaga, fue testigo de la situación tan tensa y crítica que se vivía en la ciudad, con iglesias y otros edificios siendo pasto de las llamas, manifestaciones violentas, entre otras agitaciones. El temor estaba en que todo ello podía extenderse al sanatorio en contra de los miembros de la comunidad y de los mismos enfermos. Es entonces cuando el superior ofreció a los religiosos la posibilidad de salir del sanatorio hasta que pasasen esos momentos críticos y se normalizaban las cosas, pero cada uno de los religiosos manifestó su voluntad de continuar en su misión hospitalaria. La disposición personal de fray Segundo era de "confianza en el Señor" y de solidaridad con los otros hermanos y con su misión en ayuda de los enfermos: "Me quedo junto a los enfermos, pase lo que pase, y quiero correr la misma suerte". Esta actitud le manifestó a su misma madre, cuando le escribió que fuera con ella, ya "que con lo que habían heredado de su tía y los ahorros que ella tenía, lo podían pasar bien"; a lo cual el siervo de Dios le respondió que él no "abandonaba la comunidad pasara lo que pasara". El 17 de agosto de 1936 por la tarde, al ser detenida la comunidad, el siervo de Dios Segundo Pastor no estaba con los demás. Los milicianos le echaron en falta y prometieron volver por él. Una hora más tarde, el Siervo de Dios se presentó a ellos y se lo llevaron. Momentos después, desde la misma casa, se oyeron unos disparos cayendo asesinado a poca distancia del sanatorio, junto al puente llamado de Los Martiricos.

Silvestre Pérez, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

Sus padres se llamaban Doroteo Pérez y María Laguna y era el tercero de ocho hermanos. Bautizado al día siguiente en Villar del Campo, su localidad natal, se le impuso el nombre de Silvestre por el santo del día. A los 13 años, después de los estudios primarios en su pueblo, ingresó en la Escuela Apostólica de los Hermanos de San Juan de Dios en Ciempozuelos, recibiendo el hábito religioso el día 9 de febrero de 1890, con el nombre de fray Silvestre.

Durante su vida como religioso hospitalario se distinguió por sus dotes intelectuales, gran bondad, exquisito trato y extraordinaria prudencia. Personalmente era muy austero y sobrio, y como enfermero hospitalario vivía siempre muy cercano de los pobres y enfermos siendo muy servicial. Su disponibilidad le dispuso para ocupar distintos cargos hospitalarios tanto en España como en América Latina.

En 1931, por especial deseo del entonces general de la orden, fray Faustino Calvo, fue trasladado a Roma, donde se ocupó de la farmacia pública de la Isola Tiberina. En el mismo puesto permaneció hasta el Capítulo provincial de España, donde se determinó la división en tres de la Provincia española (1934). Silvestre quedó incorporado en la Provincia Bética y pasó a formar parte de la comunidad del hospital psiquiátrico de Málaga como viceprior de la comunidad. Con las revueltas políticas, sociales y religiosas que se intensificaron en Málaga en 1936, Silvestre dio una vez más signos de su maduro espíritu religioso y entereza de ánimo. Ante los registros inconsiderados al hospital, con amenazas por parte de los milicianos, el siervo de Dios, para liberar al superior, entonces blanco de las insidias, se ofreció personalmente para permanecer momentáneamente al frente del centro, con el fin de que el responsable directo del hospital se librara de la fuerte tensión y posible muerte, en bien del sanatorio y de los enfermos. De poco sirvieron su apoyo y ofrecimiento, pues los acontecimientos se precipitaron y los planes de los milicianos, en combinación con el comité de empleados formado dentro del centro acabaron con la vida de fray Silvestre, juntamente con casi todos los miembros de la comunidad de hermanos del hospital. Sorprendentemente, se salvó el superior. El día 17 de agosto, por la tarde, mientras los religiosos estaban dando la cena a los enfermos, repartidos por los pabellones, milicianos juntamente con varios de los empleados del comité irrumpieron en el sanatorio en varios coches, apresaron a los religiosos y se los llevaron, siendo asesinado fray Silvestre juntamente con los otros religiosos.

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