Este jueves por la tarde se ha abierto el Mercado Medieval un año más, pese a la amenaza de lluvia y las previsiones de mal tiempo que se esperan para las próximas jornadas. Con todo, el Collado la plazas Mayor y del Rosel han vuelto nuevamente a vestirse con traje del medievo para albergar, como viene siendo ya tradición por estas fechas, un espacio transformado y que traslada a los viandantes a otros tiempos.
El público, en muchos casos con paraguas, se ha acercado en gran medida por estas zonas del casco central de la ciudad para recorrer los diferentes puestos que son de visita obligada, bien por lo artesanal, o bien por lo alimenticio, entre otros motivos.
Embutidos a la vieja usanza, como las cecinas, quesos, repostería, abalorios y bisuterías varias, artesanías en metal y otros objetos decorativos sin olvidar la cetrería con rapaces en vivo, entre otros puntos, conjuntan un paisaje urbano adornado con colgaduras de lado a otro lado de la calle y el obligado trasiego de la gente.
Todos los comerciantes llevan ropas inspiradas en la Edad Media, y sus puntos de venta, con ciertos retoques a los que obliga la modernidad, llevan ese distintivo común de aquellos tiempos para que la uniformidad se continúe por todo el trayecto del mercado.