Los socialistas se dedican a arremeter contra una Iglesia que a lo largo de los siglos ha estado presente en los momentos de mayor importancia y relevancia histórica de nuestro país.
Estas últimas semanas hemos sido testigos de cómo los medios de comunicación daban cuenta de las nuevas aspiraciones de un Partido Socialista que parece tener muy poco que hacer y cuyo único problema es ahora, tras haber arruinado a España por segunda vez en pocas décadas, denunciar los tratados de España con la Santa Sede de Roma.
De nuevo el PSOE arremete contra la Iglesia Católica en nuestro país y lo hace por su odio manifiesto desde hace décadas. Si en el año 1931, recién estallada la II Republica, la izquierda radical materializó sus odios hacia el clero bajo la quema de iglesias y conventos, -previo desvalijo, eso sí, de custodios, cálices e importantes obras de arte -, ochenta y dos años después, un elenco izquierdista radical vuelve a la carga con una intentona de quemar, esta vez de forma ideológica y a base de soflamas, una Iglesia a la que pertenecen en España más del 72% de los ciudadanos según el CIS.
No es la primera vez que este segmento radical que habita dentro del PSOE se desfoga a base de críticas a unos tratados que confieren a nuestro país un modelo donde todos los ciudadanos viven bajo un Estado aconfesional que no crea problema alguno al resto de personas con otras creencias. Quizá sea por sus malas conciencias tras sus gobiernos que siempre acaban por vaciar las arcas públicas o por las guerras fraticidas actuales dentro del PSOE de Rubalcaba, por lo que ahora, para desviar la atención, los socialistas se dedican a arremeter contra una Iglesia que a lo largo de los siglos ha estado presente en los momentos de mayor importancia y relevancia histórica de nuestro país.
En lugar de ver las virtudes de una Iglesia que ayuda a los más desfavorecidos en nuestro país y por todo el mundo, una Iglesia que en España ahorra millones de euros a la educación pública o una Iglesia que alimenta la fe y esperanza de cientos de millones de personas, en España, algunos se dedican a atacarla sin fundamento por unas razones que cuanto menos son irrisorias, partidistas y lo que es peor, colmadas de perversidad contenida durante décadas. Ya lo decía San Agustín: "Sólo niega a Dios, quien le conviene que no exista".