Viva la escuela libre

En los últimos años hemos tenido noticias en nuestra provincia de un grupo de padres y madres que optan por educar a sus hijos al margen del sistema educativo reglado. Consideran que la enseñanza oficial está plagada de tópicos, prejuicios y valores negativos que no facilitan la formación de ciudadanos críticos. En consecuencia, eligen que sus hijos se formen en lo que se vienen llamando escuelas libres. La primera medida que adoptan es no escolarizar a sus hijos en las escuelas tradicionales. Y aunque al ciudadano bienpensante le asuste esta medida tan radical, debería tranquilizarle saber que no es éste un absentismo al uso, que no hay dejadez ni abandono sino más bien al contrario, mayor celo del habitual en la educación de los hijos ya que quienes optan por esta modalidad educativa son ciudadanos muy formados y con unos criterios educativos y pedagógicos definidos y contrastados. Y así lo vienen interpretando los jueces cuando les llegan casos de ésta índole.

En el caso soriano, la dirección provincial de educación, más papista que el Papa y tan PPista y retrógrada como Wert, enseguida se ha puesto manos a la obra para corregir esta "anomalía educativa". Dos son las razones esgrimidas por el director provincial para acabar con esa anarquía formativa: la desigualdad de oportunidades en la obtención de un título y la falta de socialización del alumno; argumentos vanos que no aguantan un primer nivel de discusión. Con respecto al primero, hay variados caminos si la voluntad de los padres es firme, y por lo que a la socialización se refiere, este alumno no está solo. Tengo entendido que hay varios niños en su localidad que seguirán el mismo camino, por lo que podrá estar tan bien (o tan mal) socializado como el resto de niños que estudian en cualquier Centro Rural de nuestra provincia.

Lo que a nuestros responsables (des)educativos en realidad preocupa es que nazcan espíritus críticos y libres que amenacen la supervivencia de su casta, burócratas con ínfulas, aspirantes a despacho con crucifijo y olor a rancio, guardianes de una época gastada a la que tratan de barnizar de modernidad. Podía haberse ahorrado el director provincial la hipocresía: si lo que le importa es la educación, que no pierda el tiempo en un alumno que sin duda alguna va a terminar mejor educado que muchos de sus tutelados. Que haga un esfuerzo en interpretar el clamor que miles de personas han llevado a las calles sorianas rechazando una ley educativa que nos retrotrae a los años cuarenta.

Trato de entender a esos padres que optan por la escuela libre, y me parece lógico que no quieran que su hijo se eduque en un entorno nacionalcatólico, segregador, elitista, masificado y carente de cualquier atisbo de crítica. También yo, si fuese más valiente y tenaz, elegiría para mis hijos esa otra manera de educarlos. Pero el hecho de que no lo sea, no me impide pensar que hacen falta no una, ni diez, ni cien..... sino miles de escuelas libres.