Soñar

Resultaba extraño un árbol tan grande y solitario en el alto de Llano colmenas. Me quedaba sentado debajo y a lo lejos, en el alto del Encinarejo, hacia el este, había otro similar. Al oeste sobresalía el Roble Gordo, otro gran árbol, el círculo que formaban se terminaba en el Pico Redentor con otra gran carrasca que destacaba entre los chaparros y acabó despertando mi imaginación y visualizando un plano que alguien había dejado para que yo, un niño, algún día descubriera el sentido de aquel mapa escondido. Seguro que todo tenía alguna explicación, que todos aquellos árboles habían sido plantados para dejar un mensaje, yo sería capaz de descubrir el tesoro, seguro que haciendo un dibujo uniendo todos los puntos a una distancia equidistante entre ellos, daría con el punto exacto y lo encontraría...

Justo encima de los corrales de la Muela un farallón de rocas se asoman a una gran ladera, están en lo alto y desde allí se contempla desde el Moncayo al Urbión, se ve todo el valle del Duero, y allí estaba, se ve perfectamente una gran cara con su barba, la boca y los dos ojos oscuros en dos agujeros, rematada con un gran sombrero de piedra, el farallón se extendía a ambos lados como dos grandes brazos que atrapaban al mundo, yo lo miraba desde abajo y me parecía un gran señor, no le tenia miedo, solo lo sabíamos él y yo… ¡¡¡qué imaginación!!!

Por eso en estos días de Reyes, no dejéis de ser niños y soñar, porque al final, estés donde estés, la imaginación te hace volar …por cierto nunca encontré el tesoro y la cara todavía está.