Joaquin Alcalde, de la Editorial Rimpego, habla sobre el escritor soriano tras la publaición de la biografía escrita por su viuda, Teresa Ordinas
Porque es uno de los más grandes cronistas de España –en general– y de Soria –en particular–. Julio Llamazares dice de él que es un clásico de la “lengua castellana”. Ahí es nada. Hoy resulta difícil contemplar un paisaje soriano sin que reverbere algún verso de Machado: “Era una tarde, cuando el campo huía / del sol, y en el asombro del planeta, / como un globo morado aparecía / la hermosa luna, amada del poeta”. Pues es imposible también, para quien lo haya leído, olvidar los apuntes precisos y evocadores del de Valdegeña: “En cualquier caso, te diré que no es en primavera, sino en invierno, en las noches más crudas del invierno, cuando alcanzan toda su fuerza de sugestión y de magia este monte pelado y esta ermita. En las noches rasas de invierno. Cuando una luna yerta de plata agria refleja sobre esta desnudez charcos de hielo”. Estas palabras, tomadas de un libro bellísimo, “Donde la vieja Castilla se acaba: Soria”, encabezan el que hoy te ofrezco. Una obra conquistada con esfuerzo titánico por quien, en sus páginas, se confiesa: “no soy escritora”. Y, sin embargo, nos regala un monumento literario a base de honestidad intelectual y talento descriptivo: “Avelino Hernández, desde Soria al mar”. Teresa Ordinas, que convivió con él treinta dos años, hace una interesante reflexión ya en el prólogo: “Me han dicho que tal vez no sea la persona adecuada para escribir su biografía. Francamente, no lo sé, pero mantengo –al menos– que nadie conoce como yo las claves de su vida. Pues la intimidad es siempre el cuarto de atrás de todo creador”. Y ahí está el (enorme) valor de este libro: la descripción de una vida desde dentro, donde se levantan las bóvedas que sostuvieron cada anhelo, cada decepción, cada titubeo, cada logro… No colar una sola línea de artificio o fingimiento, revisar con naturalidad tanto errores como aciertos, o no dejarse poseer por la voz admirativa de la viuda son otros logros de la autora, grades.
Quince capítulos despiezan otros tantos periodos vitales y conforman el armazón que sostiene la biografía: desde el amanecer en Valdegeña al ocaso en el Mediterráneo. Y al final de cada uno de ellos se ofrece una semblanza redactada por personas relacionadas con Avelino de las más diversas maneras: los escritores Julio Llamazares, Lourdes Durán e Ignacio Sanz; la pintora Cristina Cerezales (hija de Carmen Laforet); el escultor Carlos Colomo; el librero César Millán…
Pocos escritores han tenido la fortuna de una mirada así sobre su vida.