Soria Noticias charla con el terapeuta especializado en género, Olmo Morales, para conocer los entresijos de estas nuevas formas de ser hombre. El sábado, 19 de junio, estará en el I Ciclo de Encuentros Feministas impartiendo un taller sobre esta temática.
Decía Simone de Beauvoir que “no se nace mujer se llega a serlo”. Según Olmo Morales con los hombres pasa exactamente lo mismo: “Lo que quiere decir De Beauvoir es que no nacemos masculinas o femeninas, sino que nos vamos haciendo”.
Las nuevas masculinidades son una línea de investigación y acción que permite repensar las distintas prácticas asociadas tradicionalmente al género masculino. “Contrariamente a lo que se suele pensar”, comenta Morales, “una nueva masculinidad que no coincide con la tradicional no implica que una lucha por acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres. Consistiría en mantener cierta posición de poder, pero con otra estética. Tiene más que ver con el crecimiento personal que con la desigualdad, aunque se esté vendiendo así últimamente”.
“El sexismo estructural un sistema de relaciones que causa daños a las mujeres y a los hombres, y por tanto no puede ser definido como un problema sectorial de las mujeres, sino que tiene carácter general cuya raíz es la estructuración social”, sostiene la socióloga María Jesús Izquierdo en ‘Lo que cuesta ser hombre: costes y beneficios de la masculinidad’. Los costes de masculinidad hegemónica son, nada más y nada menos, el precio que se paga por ser hombre. “Absolutamente todas las categorías sociales tienen mandatos e imposiciones”, matiza Olmo.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos masculinidad hegemónica? Para hacernos una idea, “hablamos del típico ‘macho ibérico’”, puntualiza Olmo. Una suerte de masculinidad española, sacada de las películas de Alfredo Landa. Del cine del destape. Del tardofranquismo. De la transición: de lo antiguo.
Para Olmo, la masculinidad hegemónica como tal ha cambiado: “hoy en día tiene que ver más con el hombre sensible que va a terapia, que hace la comida, etcétera. Sí es cierto que puede que este modelo quizás tenga alguna cosita igualitaria, pero que en lo fundamental genera cambios que tienen más que ver con la estética y con el crecimiento personal”.
Esto no quiere decir que el modelo tradicional haya desaparecido, “sino que poco a poco se va quedando obsoleto. Los hombres estamos incorporando ahora mismo aspectos de lo que tradicionalmente se asocia a lo femenino a nivel estético: raya del ojo, depilación, etcétera. Sin embargo, las primeras tareas del hogar en las que nos implicamos no son limpiar el baño o las lombrices a los peques o quitar las liendres, es cocinar. Porque es gratificante e implica un rédito social que otras tareas, de las que suelen encargarse las mujeres, no. ¿Podemos ir poco a poco cambiando el rol de género? Sí, pero no perdamos de vista el poder”.
La masculinidad tradicional es muchas cosas, pero sobre todo es rígida. La némesis de las nuevas masculinidades, que lo que buscan es la fluidez, la volubilidad, la diversidad. “La nueva masculinidad es un hombre achuchando a otro. Un hombre que va a terapia, que colectiviza, que acompaña a otros hombres. También es señalarnos y no caer en la complacencia. Una nueva forma de ver la fraternidad”.
El quid de la cuestión reside en que “la masculinidad tradicional rechaza todo lo que se asocia a la mujer, porque tradicionalmente se ha concebido como un lugar de subordinación, lo pobre, lo no intelectual”. Por ello, las nuevas masculinidades adoptan actitudes que relacionamos con lo femenino: comunicación, emocionalidad, dulzura, etcétera.
En cuanto a cómo adentrarse en el mundo de las nuevas masculinidades Olmo lo tiene claro: “los hombres, como cualquier otro grupo privilegiado, tenemos que renunciar”. En esa renuncia podemos distinguir dos partes: la primera, dejar de hacer cosas que se han considerado que no está mal que los hombres hiciesen y una segunda, que es empezar a hacer una serie de cosas que los hombres, según dicta la sociedad de alguna forma, no tendrían por qué hacer.
Para conectar con una nueva forma de vivir la masculinidad, Olmo da una serie de claves: “Empezar a hacer, dejar de hacer, incorporar la autocrítica hacia los hombres y conectar con el daño que causamos al otro. Tendríamos que ir adaptando algunas prácticas en nuestro día a día, como, por ejemplo, el aprender a cuidar o renunciar a tener siempre razón. Al final, lo que tenemos que hacer de alguna forma es reprimir esos aprendizajes que hemos adquirido en la educación masculina”.
También matiza: “la intención es lo más fundamental. Trabajo con hombres porque tienen cierta inquietud, pero también trabajo en aula con negacionistas de la sociedad patriarcal y la situación es muy clara: quien quiere verlo, lo ve y quien no quiere no lo hace”.