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Bola de partido

Bola de partido

Actualizado 04/12/2024 11:26

Desde Berlanga, Enrique Rubio para Soria Noticias.

Ahora todo el mundo juega al pádel. Sobre todo, en verano. Pues por aquí lo de encontrar tres personas más para jugar un partido no suele ser lo más fácil en invierno. Pero, aun así, se puede. Somos muchos los que de manera habitual o esporádicamente hemos jugado algún partido y la verdad es que resulta divertido.

Quizá es por ello que en nuestros municipios y en los de otras provincias cada vez se ven más canchas para practicarlo. Tiene un punto sofisticado que sin lugar a dudas moderniza los pueblos, nuestros pueblos. Con ese césped artificial de un verde impoluto. Esos cristales que podrían ser de la oficina de cualquier edificio de la 5ª Avenida e incluso ese esnobismo que su nombre de vocablo inventado parece tener implícito, latino en su pronunciación pero anglófilo en su origen, aunque creado en México como una variante del frontón y ahora extendido sobre todo por los países de América del Sur y España, a donde nos llegó de mano de Alfonso de Hohenloge allá por 1975.

Antes, aquí también se jugaba al frontón haciendo rebotar una pelota contra una pared, pero era de otra manera. Dudo mucho que cualquiera de los trabajadores que después de sus tareas se reunían alrededor de ese centro social que en nuestros pueblos era el frontón, y donde empleaban destreza y fanfarronería a veces a partes iguales, para golpear una bola de madera recubierta de piel y dura como la piedra, a mano descubierta, pensara en endurecer o ablandar los callos de su mano cavando más o menos surcos de ajos por ejemplo, para tener más potencia o tener mejor control según precisara dependiendo quien fuera el rival a batir.

Pero entre el uno y el otro ha habido, y sigue habiéndolo, al menos un deporte de raqueta que es el punto de partida de los actuales palistas. Ese deporte que algunos empezaron tras la estela de Orantes y Manolo Santana, en los desaliñados tiempos de saltos de rana sobre los ruedos, y tras pasar por los Sánchez-Vicario, Bruguera y compañía, llegó a su gloria con Rafa Nadal, un Rafa unido a ese grito de guerra de ¡Vamos Rafa! capaz de levantar cualquier bola de partido.

El origen de ese grito no sé dónde surgiría, pero suena a pelea atávica. Quizá fue su origen la garganta de un aficionado, viendo la cara de dolor por una lesión que quizá no sepan ha arrastrado durante todos sus éxitos. Quizá se lo podríamos haber preguntado a Toni Nadal, el que fue su entrenador durante muchos años y que hace pocos días visitó nuestra provincia para dar una charla dentro de la celebración de los 125 años de la Cámara de Comercio de Soria (a quien aprovecho para felicitar). Seguramente no nos habría respondido, pero sin duda que sabe que ese grito le ayudaba a llegar a dónde era posible, pero no lo sabía. A ese sitio que sólo se llega cuando no se juega, sino cuando se pelea.

Pronto a lo largo de la charla, los paralelismos con nuestra provincia y sus posibilidades de desarrollo llegaron de manera inevitable. Haciendo un poco de caso a Toni, no vamos a andar con paños calientes, fácil no lo tenemos, pero poder se puede. Siempre se puede. A Rafa le diagnosticaron con 19 años Síndrome de Müller-Weiss, que viene a ser, más o menos, que cuanto más juegues más cojo del pie vas a estar y más difícil para ganar lo tienes. Eso y que su tío, que cuando el futuro era gris se lo pintaba de negro, para después decirle que un rayito de luz sí que había, pero que tenía que esforzarse si quería tener futuro en eso de la pelota amarilla y la raqueta, y -sobre todo- que se si perdía el tiempo quejándose de sus desgracias no tenía mucho futuro. Muchas veces relató de manera peculiar entre el humor y la ironía cómo le decía lo buenos que eran sus rivales en múltiples facetas, para después dejarle la única solución con el esfuerzo y el sacrificio como único camino. Seguro que de eso también sabían los del frontón de nuestros pueblos. Quejarse no era el camino del éxito. Ignorar el dolor tampoco, pero sí lo era el ser consciente de las limitaciones y poner los medios para superarlo. Como él decía, jugar cada bola como si fuera la última sin dar nada por perdido. No se si ustedes los verán como yo, pero nuestra Soria puede que necesite un poco de esta medicina.

Siempre, la carrera de un deportista se mide por sus éxitos, y el de Manacor ha conseguido nada menos que 22 finales de Grand Slam, pero ha perdido un total de 304 partidos, unas derrotas que sin duda han servido para que se levantara con más fuerza. En esta tierra victorias también tenemos, por supuesto aderezadas de sus correspondientes derrotas para aprender de ellas.

La carrera del tenista ha terminado hace pocos días, a la de esta provincia le queda todo por delante. Quizá, el resumen de la charla de entrenador sea pensar que necesitamos decirnos un ¡Vamos Soria! con que ayudarnos a sobreponernos de nuestras desventajas, que las tenemos, cargarnos de moral y tratar de que las victorias lleguen a esta provincia, que de sacrificio y esfuerzo sabe bastante.

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