La escasez de lluvias no presagia nada bueno. Solo se libra la cornisa Cantábrica. En el resto de la comunidad, expertos y aficionados miran al cielo cruzando los dedos. El calor y las heladas nocturnas tampoco ayudan a la floración de especies como el boletus edulis, la amanita caesarea o el níscalo.
A los boletus edulis, los grandes reyes de los montes de Soria y Castilla y León, se les conoce en muchas partes como 'migueles' porque solían florecer hacia la fecha de San Miguel (29 de septiembre). Este año, bien entrado el mes de octubre, las cestas de mimbre continúan vacías. La mirada de expertos y miles de aficionados a la micología permanece fija en un cielo que, por ahora, se niega a descargar la lluvia necesaria. Por ello, la temporada de setas en la mayor parte de Castilla y León se encuentra en un compás de espera, una situación de incertidumbre marcada por un inicio de otoño inusualmente cálido y seco que ha frenado en seco la floración de hongos y setas.
La recolección de setas es mucho más que un pasatiempo, representa un motor económico para el medio rural, un atractivo turístico de primer orden y una tradición cultural profundamente arraigada. Por ello, la ausencia de las primeras fructificaciones de boletus, níscalos o amanitas ha generado una creciente inquietud entre recolectores, empresas del sector y hosteleros, que ven cómo el calendario avanza sin noticias del monte.
Para analizar la situación, Soria Noticias ha conversado con Montse Ganado, coordinadora de la línea de micología de Cesefor. Su análisis deja una puerta abierta al optimismo, siempre y cuando la meteorología cambie de rumbo de manera inminente.
El problema no es solo la falta de precipitaciones, sino la combinación de esta sequía con unas temperaturas diurnas anómalamente altas para la época. "En Valladolid, por ejemplo, hoy tenemos 27 grados", ha comentado la técnico, una circunstancia que agrava el estrés hídrico del suelo. El calor excesivo evapora rápidamente la poca humedad que pueda existir, mientras que las heladas nocturnas, que se ya están produciendo en algunos puntos de la geografía autonómica, también secan la tierra, creando un escenario hostil para el micelio.
Además, el monte necesita agua en abundancia, no un simple chaparrón. "Tiene que empapar bien el suelo, que se acumulen al menos 20 litros de agua por metro cuadrado y se mantenga esa humedad", ha subrayado Ganado. Hasta la fecha, las lluvias han sido esquivas en la mayor parte de la comunidad. Salvo alguna precipitación testimonial en la Cornisa Cantábrica o en Ávila, el resto del territorio sigue esperando. Esto, combinado con temperaturas suaves y sin extremos, actúa como detonante para la fructificación.
A pesar de todo esto, la responsable de Cesefor ha ofrecido un argumento de peso para no dar la temporada por perdida. La clave, según ella, reside en la memoria hídrica del suelo. "Venimos de una primavera muy lluviosa" y el micelio, la parte vegetativa del hongo que vive bajo tierra, no ha llegado a este otoño tan estresado como podría haberlo hecho tras un año completamente seco.
Así, podría darse una activación rápida en cuanto llegasen las lluvias. Dos o tres semanas después de que se empape el suelo podría llegar la primera floración. "Yo creo que en octubre lloverá y tendremos algo de campaña. Es verdad que va a ser cortita y quizá tardía", vaticina Ganado.
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