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Raíces centenarias

Raíces centenarias

Actualizado 30/05/2023 12:43

Lógica rural, por Enrique Rubio, desde Berlanga

Hace poco más o menos un mes tuve la suerte de asistir al centenario de una soriana de Boós, lugar de donde una parte de mi familia proviene. Por lo cual aunque lejano, mantengo contacto con algunos de sus moradores. No es un lugar al que vaya mucho y siempre lo veo más vacío. Pero en esta ocasión, y lo merecía, estaba lleno.

Los rostros de las personas, muchos residentes en otros lugares, no eran conocidos, pero tampoco ajenos. En sus facciones mostraban la herencia de los rasgos de aquellos que en otros días habitaban el pueblo y yo visitaba con mi abuelo, con lo que de uno u otro modo, desde mi infancia, les tengo el cariño del recuerdo.

Esos rostros y las personas que les dan cuerpo se han adaptado a otros lugares, otras monotonías muy diferentes de las de hacer rosquillos, bailar la jota o buscar nícalos cuando es tiempo para cada menester. Pertenecen a otro lugar, pero no pueden renunciar a la memoria. Y por muchos y exquisitos que sean, jamás podrá ningún bocado superar a la cocina dulce o salada de nuestros orígenes.

De los detalles que más me agradaron en el paseo por el pueblo fue un mural. En él se recoge la tradición de la arquitectura popular. Llama poderosamente la atención una frase:

“Cuando un espacio se ha diferenciado del resto hasta ser reconocible inequívocamente por sus cualidades o su nombre propio, es porque se ha producido una proyección cultural sobre él. Bien por parte de su constructor, ocupante o espectador (aunque haya sido contemplado una solo vez).”

Tan sólo esta cita daría para escribir un libro.

Pero el mural que con una más que cuidada estética alberga este texto, tiene dos importantes detalles sobre los materiales. El primero, uno en el que dice que “Las horizontales eran de chopo, (porque era lo que había)”. La segunda, y no lo oculto, me motivó para este artículo: “Las verticales eran de enebro (que aguanta catedrales)”.Y así, con dos frases ha descrito mucha de la idiosincrasia de nuestra tierra. Resistente y resiliente a partes iguales.

Estoy convencido de que Carl Von Linneo, cuando desde Suecia mandó a Perh Löfling a clasificar las especies no pasó por Boós, ni por Valdenebro, pero tampoco por la ermita de la Virgen de los Enebrales que ahora (según la Wikipedia) está en un sabinar, o por la de la Virgen del Enebro del turolense pueblo de Fórnoles.

Y resulta que aquí, enebro le llamamos a lo que conocemos por enebro desde hace mucho tiempo, juniperus thurifera, al que no pincha; y sabina, juniperus communis, a la que pincha. Pero resulta que desde hace unos años nos dicen que es al revés.

En una conversación con un amigo a quien considero un experto en maderas sorianas, Luismi, salía a relucir este tema y veíamos como nos habían cambiado la manera de llamar a un árbol y a sus bosques, que aquí conocíamos como enebrales o enebradas por sabinares.Puede que sí, que tengan razón, y que se llamen sabinas y sabinares, pero en otros lugares.

Si algo tengo claro es que aquí tenemos, como la madera de la que hablamos y bien rezaba la frase encontrada en Boós, tradición y cultura popular “como para aguantar catedrales”. Creo que mi amigo Luismi, como hacía su abuelo, ya les vuelve a llamar enebros, al igual que mi abuelo, y yo como él.

Sabiduría de personas centenarias y árboles milenarios. Sí, puede venir alguien de fuera que nos diga que estamos equivocados, pero es que vivir esta tierra de la Celtiberia siempre ha tenido particularidades, la diferencia es que conocemos las nuestras. Quizá eso y seguir manteniendo nuestro legado, ese que la señora Natividad conoció en su pueblo, sea nuestra mayor riqueza y el mejor motivo para seguir reivindicándonos. Aunque suponga renunciar a algunas de las ventajas de la globalización y los estereotipos estandarizados pero ganando en calidad de vida.

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