La quinta columna de Patxi Irigoyen para Soria Noticias.
No me lo puedo creer. Día a día me lo propongo, pero no alcanzo a conseguirlo. Sigue siendo superior a mis fuerzas. Escuchar las noticias de ámbito político en cualquier medio de comunicación ha superado cualquier expectativa. Los gobiernos que a mí me afectan, tanto nacionales como autonómicos o locales, me descolocan todos los días con sus decisiones, sus afirmaciones, y sobre todo sus mentiras.
No salgo de mi asombro. Todo es cuestión de dinero y poder. Nadie se corta lo más mínimo y parece que la honestidad y las buenas prácticas ahora no son exigibles. Si sales de Castilla y León y te introduces en la política nacional, terminas haciendo régimen, porque tragar con lo que nos dicen, y deglutir la desvergüenza que los líderes políticos y los representantes de los partidos exponen se hace imposible.
Ni Madrid es el caos político que nos proponen, ni el exministro de Valladolid es la flor de la maravilla. En medio, la defensa a ultranza y cueste lo que cueste de todos los séquitos de uno y otro lado. No es verdad lo que cuenta la derecha según un medio de comunicación, y es mentira y por tanto no se cuenta lo que dice la izquierda en otros papeles, radios y televisiones que mantienen partidos políticos del otro lado.
En medio estamos los del ‘paquete’. Los que dejamos de leer, escuchar y ver. Los que terminamos sin querer “saber nada” que es lo más positivo que podemos hacer para no sufrir. Pero todo ello dentro de que nuestra mirada sigue, de reojo sólo, cualquier movimiento que se produce a nuestro alrededor. Y todo se queda para el comentario en el bar, en la esquina de la calle, y en nuestro caso en las plazas mayores, los bancos de nuestros parques y, por supuesto, los bares.
Estar tomando un refresco y escuchar conversaciones sobre el gobierno autonómico, la oposición nacional o el presidente de Diputación y el alcalde de nuestro pueblo es más habitual que hacerlo del partido de fútbol de turno, por muy buen partido que fuera. Somos algo así como objetos del látigo de la mala leche y la perversión. No terminamos de entender que la única forma de salir de este atolladero es exigir explicaciones, hacer llegar nuestras quejas a todos los estamentos, y, por supuesto, utilizar nuestros derechos y manifestar las opiniones que nos producen todos los actos de nuestros representantes. A mi, al menos, me queda la opción de contárselo a Vd., lectora/lector, porque al menos en este medio nadie nos indica, nadie nos manda cómo o de qué hablar, y nadie termina exigiendo opiniones que no tenemos.