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Reportaje SN | La Barriada: Orgullo, progreso y esencia

Reportaje SN | La Barriada: Orgullo, progreso y esencia

Actualizado 13/03/2025 20:53

El barrio social que construyó el franquismo en Soria para las clases bajas es ahora el anhelo de las clases pudientes mientras pelea por mantener su memoria y su esencia arquitectónica y social.


Continente y contenido. Arquitectura y sociedad. Muchas veces estos dos aspectos van tan íntimamente unidos que resulta complicado diferenciarlos y entender su relación de condicionamiento mutuo. No es el caso de La Barriada, el barrio de viviendas sociales de la posguerra construida por el franquismo en la ciudad de Soria. Allí, la altura de las casas, sus modestos huertos, el blanco de sus fachadas y sus calles cuadriculadas, llaman la atención a simple vista. Pero como no es lo mismo verlo que entenderlo, nadie mejor que la arquitecta María Heras y el geógrafo Jesús Bachiller para comprender porqué La Barriada se creó a 3km de la ciudad, cómo eso condicionó su día a día y las relaciones sociales de sus habitantes y cómo estos han luchado, en batalla entre la comodidad y la tradición, por mantener la esencia del barrio una vez este fue completamente engullido por la trama urbana de Soria.

Heras, arquitectura amante de la investigación y la sociología, y Bachiller, profesor de Geografía en el campus de Soria de la UVa, se conocieron en el grupo de trabajo creado por el Ayuntamiento para redactar el plan especial de protección de La Barriada. De allí surgió este trabajo, ahora publicado por la revista de la Universidad de Oviedo Eria. Ambos demuestran un cariño especial hacia el barrio y un extenso conocimiento de su historia, sus características y sus retos. Nos los cuentan, aunque reconocen que hay “muchos melones por abrir” en torno a La Barriada

Historia de la Barriada

Nos encontramos en la España de la posguerra. En un país devastado por la Guerra Civil, el boom demográfico de las familias y el éxodo del campo a la ciudad hacen evidente un problema de acceso a la vivienda, por la falta de estas y la precariedad económica de muchos hogares. Así desde diversos órganos satélite de la dictadura, como la Falange, la Iglesia o el sindicato vertical, se impulsa la construcción de vivienda social. En Soria, será el propio régimen quien impulse las promociones, con el general Yagüe – que le dará nombre- como figura clave, al igual que ocurriría en Logroño, Aranda de Duero o Burgos.

El proyecto se presenta en 1947 y las primeras viviendas se entregan en la simbólica fecha del 18 de julio de 1951. Durante toda la década se fueron entregando más viviendas, hasta llegar a las 302 y los 1.460 habitantes a comienzos de los años 60. Pensadas para familias necesitadas, poco a poco se fue relajando la rectitud a la hora de entregarlas. Así se creó un barrio de con obreros, trabajadores del campo, ferroviarios, auxiliares administrativos… Junto a ello “personas de orden” que controlarían lo que allí pasaba, con una vivienda en cada manzana para policías, guardias civiles, funcionarios de prisiones…

Controlar lo que allí pasaba era importante para el régimen, aparte de por motivos obvios, porque La Barriada de Soria estaba concebida para funcionar en el día a día prácticamente como una entidad independiente de la propia Soria. Las viviendas se construyen a 3 km de la ciudad, en un terreno sencillo topográficamente hablando, lo que abarataría costes, y con una ligera inclinación que facilita la evacuación de aguas. Un espacio, para 302 hogares, en cierto modo rural y agrícola.

Y aquí es donde entra de lleno la arquitectura. Heras define La Barriada como “ingeniosa y singular”, diferente a otras barriadas sociales impulsadas por el franquismo. En lugar de una hilera de viviendas unifamiliares, se apuesta por la cuadricula con 12 viviendas pareadas (todas van emparejadas) por manzana y un sistema de callejones que optimiza el espacio y permite una mayor densidad de viviendas. Hay 3 modelos de parejas de viviendas, en función de dónde tengan el pórtico, pero todas comparten similares características; unos 80 metros cuadrados donde se encajan 3 dormitorios, un baño, una cocina y una sala de estar.

Además, todas tienen un espacio para el huerto que permite a las familias completar su economía o, directamente, su alimentación. Y es que las familias que habitan originalmente La Barriada no solo son muy pobres, sino también muy numerosas. Ello, sumado a los 3km que separaban las viviendas de la ciudad de Soria provoca la proliferación del trueque y el intercambio de productos de la huerta entre los vecinos. Un barrio que, cuenta con todos los servicios como para ser autónomo, con media docena de tiendas en un pequeño mercado y un autobús regular que al precio de 1 peseta lo une con el corazón de Soria.

Esto crea una sociedad homogénea y un sistema de relaciones sociales primarias, explica Jesús Bachiller. Familias que comparten similitudes y orígenes y acaban compartiendo la vida misma. Además del trueque, proliferan las relaciones de confianza y de ayuda, los juegos, las reuniones y la vida en común con casas abiertas y vallas muy permeables. “Pero no todo es bueno, en este sistema que hoy todavía se da en algunos pueblos, nunca estás solo pero también estas siempre vigilado y juzgado”, señala el profesor.

Cambio(s)

Paradójicamente, el paso de las décadas fue llevando la ciudad (avenida Valladolid, Polígono Industrial, Santa Clara…) hacia La Barriada, mientras La Barriada se iba vaciando. La muerte de los primeros pobladores y la independencia de su descendencia provocó que a finales de los 90 apenas quedasen unos 500 vecinos en el barrio. El censo de 1996 constante 522 habitantes, de ellos el 40% con más de 65 años. Entonces se marca un punto de inflexión.

Herederos y nuevos moradores comienzan a ver La Barriada como una opción habitacional, integrada en la ciudad y con múltiples posibilidades. “El corral se convierte en el jardín”, resume María Heras. Se constatan nuevas necesidades, como los garajes o que 80m2 son justos para una vivienda actual. Las casas van adaptándose a las nuevas a exigencias, comodidades y modas.

Estos cambios generan que al barrio uniforme comiencen a aparecerle plantas extras, pórticos cerrados o fachadas de nuevos colores. Un sentimiento de “trasgresión” y de perdida de identidad que lleva al pleno municipal a aprobar, por unanimidad, un Plan Especial de Protección en 2018, aunque ya el Plan General de Ordenación Urbana había definido en 2006 el barrio como un “fenómeno singular”, aunque con muchas generalidades.

El objetivo, complejo, es ser lo suficientemente realista y ajustado a las nuevas necesidades, pero también lo justamente rígido para mantener la esencia. Una esencia que, señala la arquitecta, se centra en dos elementos fundamentales: la fachada y la escala. Por ejemplo, las míticas vallas ahora pueden ser más altas y la vegetación más opaca, pero no tanto como en resto de la ciudad. Se pone coto a la barra libre de las bajocubiertas, se amplia la edificabilidad de las parcelas, se permiten la aparición de garajes, se mantiene la obligación de respetar en la parcela un espacio de vegetación, sin solera… “El objetivo era preservar la identidad, pero garantizando los estándares actuales de habitabilidad”, recuerdan.

Hoy

Y así, La Barriada se presenta en la actualidad. Lejos de aquel barrio humilde que fue, está poblada ahora por profesionales liberales, con una amalgama social que incluye a nietos de los primeros vecinos y nuevos compradores. En sus calles sigue mandando el blanco y la piedra, aunque cada valla, cada pórtico y cada jardín es un mundo.

Pero al final, La Barriada no solo está en sus calles, en sus manzanas y sus callejones, en sus fachadas blancas y sus huertos permeables. También está en el corazón de los vecinos que, desde 1976, se agrupa en la primera Asociación de Vecinos de la ciudad. Una AAVV que llena no se de vida y de actos el barrio, y su característico Hogar, sino también de compromiso social, reivindicaciones vecinales e identidad histórica. Porque La Barriada es orgullo, progreso y esencia, en lo arquitectónico y en lo social.

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